El regreso a Madrid después varios años deja una sensación de viaje en el tiempo y en el epacio. Su melodía, su fragancia, su respiración, su gastronomía, el crujido de los plátanos de sombra, los versos de Lorca, el flamenco en las salas madrileñas, el kilómetro cero o el amor que se puede sentir en la metrópolis castellana son algunas, entre otras muchas, de las principales características de lo que llamamos la vida madrileña. La capital de España es el centro urbano más grande de la Península Ibérica, situada casi en el centro de la península, en la meseta de Castilla la Nueva, a una altitud de 635 m. sobre el nivel del mar.
El nombre musulmán de la ciudad (Magerit) es la primera evidencia histórica de su existencia. Probablemente se menciona ya en el año 932 d.C. cuando Ramiro II destruyó sus murallas pero la dejó en manos musulmanas. Se han encontrado rastros de un asentamiento romano y alguna evidencia de presencia humana prehistórica en el área. La fortaleza árabe fue capturada en 1803 por los cristianos bajo el mando de Alfonso VI de Castilla y León. Allí es donde el Parlamento (las Cortes) se reunió por primera vez en el año 1329.
Durante siglos, la
ciudad se concentró alrededor de los palacios extendiéndose, más
tarde, hacia el este. Su expansión hacia el oeste, más allá del
río Manzanares, tuvo lugar con posterioridad al 1948 y fue una
expansión explosiva. Desde 1948 hasta 1951, la extensión total se
multiplicó por diez hasta alcanzar los 531 kilómetros cuadrados.
Hoy, según el Instituto Español de Estadística, la área urbana
ocupa 604.45 kilómetros cuadrados y está habitada por 3.182.981
personas.
Madrid es una
metrópolis que fue dramáticamente influenciada por los conflictos
bélicos del siglo pasado, pero a pesar de la miseria de la guerra,
los artistas ibéricos consiguieron convertirla en poesía y prosa,
pintura y cine, música y fotografía.
Unos años después
de la brutal dictadura del general Francisco Franco, nace en la
capital española un movimiento cultural posteriormente conocido como
La
Movida Madrileña.
Los
comienzos de este
movimiento los encontramos
en
los años 1977-1978
con
grupos
musicales de la Nueva
Ola
Madrileña, primera hornada punk
en Madrid a imitación de lo que sucedía en varias ciudades
anglosajonas (Londres, Nueva York, Los Ángeles)
por aquel entonces.1
Eran
los años de la transición de una dictadura a un régimen
democrático con la primera Constitución que preveía la existencia
de una monarquía parlamentaria y la separación del Estado y la
Iglesia.
La Movida dejó un enorme legado cultural dado su carácter innovador, liberalizador y moderno que supo romper con el tradicionalismo de la sociedad franquista. Los grandes centros de la movida madrileña fueron la propia capital española Madrid, Barcelona, Bilbao, Torremolinos (Málaga y Costa del Sol), Valencia y Vigo. En la década de 1980, tuvo lugar el resurgimiento del movimiento feminista, el nacimiento de la revolución sexual, la despenalización de la homosexualidad, pero también el aumento del uso de narcóticos.
El desconocimiento
e inexperiencia que la sociedad tenía entonces sobre los efectos
derivados del consumo de sustancias como la heroína, produjeron la
muerte de miles de personas procedentes de diferentes clases sociales
así como de artistas importantes del mundo de la música, del cine y
del teatro. Familias enteras fueron aniquiladas y muchos barrios
lloraron la pérdida de innumerables víctimas debido al consumo de
esa droga. Este hecho jugó un papel decisivo en el cambio de la
política sobre el consumo de estupefacientes, y los españoles se
dieron cuenta a tiempo de que el consumo de estas sustancias a nivel
social solo tiene resultados perniciosos, y que esencialmente sólo
beneficia a los intereses económicos de los narcotraficantes.
Los parques, las
zonas verdes y las calles llenas de plátanos de sombra en los
barrios de la capital española además de impresionar con su recia
y saludable presencia, ponen de manifiesto el amor que los madrileños
sienten hacia los árboles. El gobierno municipal sigue dando
prioridad a la lucha contra el cambio climático preocupándose
particularmente del cuidado de los árboles y creando nuevas zonas
verdes, combinando vegetación arbustiva con espacios abiertos de
tierra libre.
Aterricé por
primera vez en Barajas, el aeropuerto de Madrid, en diciembre de
1999. La primera impresión que tuve de la ciudad está fuertemente
relacionada con el color rojo de la puesta de sol debido al reflejo
de los rayos solares en la vasta tierra ibérica, y los bloques
cuadrados de pisos hechos del ladrillo rojo característico de la
arquitectura española. Después, el Museo del Prado, el Parque del
Retiro y el Guernika de Picasso en el Museo de Arte Contemporáneo
Reina Sofía, actuaron como catalizador e hicieron que Madrid se
convirtiese en uno de mis destinos favoritos.
Una pareja muy
afectuosa, Pedro y Nani, insistieron para que me quedara a vivir un
tiempo allí, dos personas muy queridas a las que había conocido
años atrás, mientras Pedro cursaba una beca europea Erasmus. En
aquel entonces, un gran número de estudiantes de toda Europa venían
a Grecia para estudiar y ver de cerca el arte griego del período
clásico y continuar sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de
Atenas.
Mi primer encuentro
con la comunidad estudiantil española tuvo lugar por casualidad en
la Plaza Exarchia, en otoño de 1996. Poco a poco entablamos y
estrechamos lazos de amistad, dimos caminatas interminables,
intercambiamos lecciones de griego y español, vivimos juntos, nos
enamoramos..., todo a las puertas del nuevo milenio. Entonces, yo
era estudiante de agronomía con una fuerte inclinación por la
fotografía, y comencé a sentirme muy atraído por todo ese nuevo
mundo y esa nueva manera de expresión artística expuestos por las
compañeras y compañeros que venían de la Península Ibérica. Esa
nueva interpretación de conceptos como, por ejemplo, la fotosíntesis
a través de la pintura, la escultura, la fotografía, etc, consiguió
ampliar sustancialmente nuestros horizontes tanto científicos como
artísticos.
Está de más decir que Madrid no es simplemente un destino al que solamente vas para disfrutar de unas vacaciones organizadas por cualquier agencia de viaje: a Madrid hay que estudiarla y escucharla para percibir, entre otras cosas, las similitudes y las diferencias entre los pueblos del Mediterráneo ; las tribus que han pasado por ella son numerosas, mucho antes del fenómeno de la globalización. Se trata de una ciudad donde uno puede profundizar un poco más en la forma en la que funciona la sociedad para darte luego cuenta de la importancia de conceptos como la autoevaluación social, la cooperación real y la disposición inherente de los ciudadanos para la autogestión de sus vidas.
Hoy, tras muchos años de aplicación de políticas de austeridad, una gran parte de la sociedad española se muestra decepcionada y con evidentes muestras de profundos trastornos depresivos. Es posible que España no haya seguido detalladamente la trayectoria de Grecia en los memorandos, sin embargo, muchas veces la moral de la población está por los suelos. Básicamente parece atravesar un período de aparente silencio durante el cual, sin embargo, la intensa agitación social intenta dar forma a los acontecimientos del mañana.
Existen
determinadas personas tanto en España como en el resto de Europa que
provocan conscientemente que la mirada del pueblo se dirija hacia
ciertos dilemas nacionalistas, constituyendo esto una evasión para
esas personas a la creciente presión social; una presión social que
tiene como origen la asfixia económica de los estratos más
populares. Los resultados de estas actuaciones, pronto los veremos.
De todos modos, si
alguien me preguntara qué significaba esa ciudad para mí,
respondería con dos líneas que escribí viajando en su metro:
Madrid es como los ojos de una hija linda que te dice la verdad,
Madrid es como los ojos de una hija linda que te dice la verdad,
y cuanto más sincera
es, más te enamoras de ella.
Fuente
Para
ver más fotografías y leer el texto en otro idioma, usted puede
seguir los enlaces:
-
en
griego, enterioni.blogspot.gr/2018/03/blog-post.html
Quiero dar las gracias a Julia Lombardia Fuego para las observaciones y correcciones que ha hecho en la traducción española del texto.
Las fotografías han sido realizadas en los ecositemas del Ayuntamiento de Madrid, durante unos días de octubre 2017 y febrero 2018.
Fotografías y texto: © Dimitris V. Geronikos
Fotografías y texto: © Dimitris V. Geronikos
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